domingo, 10 de abril de 2016






Llampas en salsa verde

Un puñado de este recio y arisco manjar por el que un señorito de fino paladar no daría un euro, podría salirte por un ojo de la cara si te pillan con las manos en la masa; pero es el precio que te arriesgas a pagar si quieres zamparte una cazuelita de llampas en salsa verde, pues difícil va a ser que las encuentres en cualquier pescatería o tienda de mariscos del entorno.

Nuestra ensenada de Fonfría

Por supuesto que si no eres de los que las ha comido alguna vez, va a ser la misma sensación que incarle el diente a la suela de la bota que está amarrada al espino del mirador de Yeyo.

Una muestra de la diversidad de fauna marina

Pero este es un plato de untar con pan,  y cada cuatro untás, trago y cigarro. No os voy a desvelar la receta ni las proporciones, que para eso está internet y el poco que hacer. Igual que si hicieseis unas almejas a la marinera; o molestaros en aprender de la cocinera que tenéis en casa, como he tenido que hacer yo.

Ingredientes naturales

Lo que sí es imprescindible es que todos los ingredientes sean robados, para que de esta manera sepan como los besos que también así se obtienen y, por descontado, con denominación de origen de Ruiloba.
A saber: las llampas de Fonfría arrancadas con hábil giro de muñeca, a las que antes de cocinar tendremos purgando en agua con sal como una hora. La guindilla y el ajo, de la que venimos por la mies de coger las llampas, se las arramplamos a Tomasín de esa “huerta del Turia” que riega con las aguas de la Cigoña; el perejil, de Ruilobuca, se lo cogeremos a Pin el del Obispu que nos lo regalaría de mil amores.

La perejilera de Pin

La harina con la que espesaremos la salsa de trigo, pues no va a ser posible encontrarla de maíz en nuestro pueblo ya que las panojas de Lorenzo en aquel rincón del Alpedre, donde las siembra para que le sirvan de soporte a las alubias, aún no se han plantado.
El pan para mojar la salsa (por descontado, de Trasierra), se lo cogeremos a Honorio que se le han pegado las sábanas y todavía no ha cogido la bolsa que le dejó colgada Amalita en la puerta.

Sin saber como, se colaron los muriones al cesto. 

Y, como no podía ser de otra manera, para darle a este plato picante y de profundo sabor a mar un toque de acidez y aroma de hierbas y frutas frescas, tanto para cocinarlo como para degustarlo utilizaremos un aromático vino blanco, que combina muy bien con este tipo de platos; y que mejor vino que el cosechado aquí, en Ruiloba, por los amigos de la Bodega el Miradorio.
Un vino que si bien no ha sido robado, a mí así me lo parece pues para daros envidia os diré que he tenido la suerte de poder disfrutarlo sin tener que pagarlo. No sufráis, que seguro que el año que viene habrá para todos. 



P.D.

Si tenéis la intención de acercaros a coger unas llampas, no os centréis en no ser interceptados por los que van de verde; vigilad el estado de la mar, no vaya a ser que os ocurra lo que a esta pobre vecina de Ruiloba en el año 1808. Mucho ojo!!!
 






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