jueves, 7 de febrero de 2013



El Romance del Conde de Lara (II)

El Baile a lo Llano ha despertado la curiosidad de las gentes. Vive en plena y saludable actualidad. Aun en la Montaña una gran parte de la opinión se detiene ante el corro y exclama: Pero, ¿esto tan señorial, tan dulce y tan evocador, se baila aquí?. El Baile a lo Llano, privativo, no sabemos por que causas, del pueblo de Ruiloba y su jurisdicción – ese rincón admirable del Oeste de la Montaña - , había envejecido y había muerto. El Romance del Conde del Sol no sonaba bien a las nuevas generaciones, y otras danzas más a tono con el espíritu de la época desplazaron al baile tradicional. Y no había pasado cosa importante, por que el hecho de que algunos viejos del lugar añorasen la añeja y lenta tonadilla, ritmo de una juventud más romántica, no contaba en el ánimo de los innovadores. Y un buen día alguien recordó que se acercaba la fecha de centenario de un acontecimiento fuertemente ligado a las tradiciones del valle: el voto del Remedio. Un voto evocador de la fe de un navegante irlandés, que hubo de jurar con la construcción de un templo haber visto la aparición y recibido el auxilio de la Virgen cuando el mar Cantábrico había ya tomado para sí su vida.

Concertáronse las voluntades de modo tal, que el 2 de julio de 1919 fue día de fiesta mayor con toda la solemnidad y todo el alborozo de que los hombres serios y el mocerío del valle fueron capaces. Y ese mismo día, tan representativo e la tradición comarcana, se bailó cumplidamente de nuevo – hubo viejecita que abandonó el lecho para aleccionar – el viejo “baile a lo llano”. Junto a la iglesia del Remedio comenzó su segunda vida.

De entonces a estos días, su profunda condición localista solo se ha visto turbada por fugaces exhibiciones en Santander y en el Pueblo Español, de la exposición de Barcelona.

Pero el cerebro maravilloso de un hombre, el señor Menéndez Pidal, acude ahora a la plaza del mundo entero y pregona el prestigio folklórico y artístico de “Baile a lo llano”. En torno al sabio español, que extiende y enriquece en estos momentos su gigantesca obra sobre el “Romancero” bajo los auspicios de la Sociedad Hispánica, de Nueva York, se congregan multitudes de todos los países y escuchan y conocen la historia y los méritos de la danza montañesa.


Ruiloba tiene un hijo más, con legítimas ambiciones, que sale por fin un día a la conquista de venturas …

¡Quien sabe de los verdaderos primeros días del “Baile a lo llano”…” ¿Dónde nació? ¿Es, como ha llegado a sospecharse, una parodia cortesana? ¿De que siglo recoge el espíritu sincero y señorial que es fundamento de todas sus figuras?

 El “Baile a lo llano”, sin duda, es uno de los contadísimos casos en España de romance tradicional coreado y bailado. También parece incuestionable que ese romance es el más antiguo de cuantos se han recogido de la tradición oral.

Don Amador de los Ríos lo escuchó y transcribió en Andalucía a mediados del siglo pasado, y lo legó al tesoro de nuestras tradiciones populares con su título original de “Romance del Conde Sol”. Pero este título, sustituido definitivamente por la pluma del Sr. Menéndez Pidal con el de “La Boda Estorbada”, estuvo en muchos casos desplazado por otros menos adecuados y correspondientes. En Ruiloba mismo, donde el nombre del Conde de Lara encabeza la composición. Hablábamos antes de la casi singularidad – permítasenos el término – de esta danza montañesa y no nos apartamos ciertamente de la verdad. De su tipo no conocemos otras que la “danza prima” de Asturias, y el “baile de a tres”, de las Navas del Marqués. En una se canta la dulce letra de “¡Ay, una moza galana de esta villa!” y en la otra el “Romance de Gerineldo”.

Por cierto – el hecho es curioso y a señalarlo tienden principalmente las someras citas anteriores – que hubo un tiempo en que el “Baile a lo llano” se siguió sin interrupción las letras de los romances del Conde y de Gerineldo. Más aquella danza debía de durar una eternidad, y estamos seguros de que la modalidad no tuvo una existencia muy larga. El buen sentido fue, poco a poco, haciendo su obra, y en los tiempos presentes el “Baile a lo llano” ofrece un perfecto equilibrio entre el gusto artístico, la resistencia física, y el concepto sensato de lo espectacular.

Detrás de Menéndez Pidal hemos ido nosotros a Ruiloba. A partir de la visita del ilustre académico, Ruiloba había cobrado calidad de motivo periodístico.


Ruiloba era una destacada nota de la actualidad y había que traerla al periódico. Pero justo es que pongamos las cosas en su punto y que digamos que, sin el auxilio de un hombre tan inteligente y tan positivamente prestigioso como el Doctor D. Prudencio Fernández Regatillo, hubiéramos fracasado en nuestra empresa. Los bailadores y las bailadoras son sencillas gentes de pueblo, dedicadas a las faenas del campo, y el intentar reclutarlas para componer el cuadro de la danza suponía tanto – aparte la contrariedad inicial de las escasas posibilidades de buen éxito – como andar por lomas y vegas durante todo el santo día. El Sr. Fernández Regatillo hizo circular, sencillamente, este consejo: “Quieren hacer del baile una información para ESTAMPA, y debéis estar convenientemente preparados tal día a cual hora”; y aquí está la información como testimonio de su ascendencia.


Las bailadoras y los bailadores, rodeados del pueblo en masa, nos reciben con una respetuosa cordialidad. Parece que los trajes típicos que han vestido por unas horas les imponen aquella simpática disciplina. Junto a las mozas, con los ojos iluminados por el recuerdo de que ellos también se vieron así, algunos viejecitos y algunas viejecitas siguen nuestros movimientos con explicable curiosidad. Hace setenta años, cuando yo bailaba a lo llano …-nos cuenta uno.


El baile ha cambiado bastante –declara abiertamente otra -. En mis tiempos de moza había más pasos ( ¿). Si estos chicos (¿) aprenderlo mejor que lo saben, y ya verá usted, señor, que gracia ponen los condenaos, todavía yo podría …

Alguien da la orden de empezar.


Las mozas con una maravillosa intuición artística - ¿son las mismas estas mujercitas finas y sonrientes que unas horas antes quemaban sus cuerpos al sol de agosto bajo unos trajecillos ligeros en la pradera? – escogen las posturas de más exacta naturalidad. El escenario es un rincón de luz, sombreado por altos castaños, vigilantes de aquella dulce paz en una suave colina. Los pies se hunden deliciosamente en una alfombra de hierba. Fórmanse en un lado los bailadores, suenan los parches y las melodiosas vocecitas de las panderetas y el baile da comienzo …


“Allá arriba en la Abadía,
en aquella noble ciudad,
nombran al Conde de Lara
de capitán general …”


El “Baile a lo llano” – nos lo dicen con claridad descriptiva admirable sus cuatro figuras –tiene esta interpretación: Día de fiesta; en el baile. El mozo acude ante la elegida de su corazón y la invita a salir al corro con unas reiteradas y respetuosas reverencias. Ella se resiste; su indiferencia es de hielo. Pero accede al fin, y en una vuelta bellamente premiosa, como si dudase aún, sale al corro y baila. Sus pasos, cortos, lentos y firmes; sus brazos, recogidos como con timidez; su busto, erguido, van hablando de enojos, de displicencia, de soberanía de toda ella sobre el animo del cuitado cortejador, que baila con ritmo más ligero, como esperanzado de que la pleitesía y la razón de sus buenos propósitos, que lo dicen todo en la insistencia respetuosa del cortejo, convencerán y triunfarán. El baile termina con una vuelta más ligera en la mujer; una vuelta alegre, casi desenfadada. Parece decir: “Lo he pensado mejor. Confía.”


Así hemos visto nosotros el “Baile a lo llano”, cuya belleza rítmica ni puede expresarse con la pluma ni reflejarse con la máquina de un reportero gráfico.



Antonio MORILLAS

Santander, agosto de 1930

(Fotos Samot)

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